miércoles, 3 de octubre de 2012

"EL LOCO" de Khalil Gibrán







"EL LOCO" 
 K h a l i l   G  i b r á n










Esta vez no subiré nada que pueda llevar mi firma, sino que tan solo haré de mero intermediario. Aprovecho para justificarme con la cita final en "American History X" que viene a decir que siempre hay alguien que lo haga mejor que tú y que sino puedes superarle róbaselo y aprovéchate. Los fragmentos han sido extraídos de "EL LOCO". Son breves cuentos que tratan acerca del pensamiento, del autor Gibran Khalil Gibran. Dado que yo no alcanzo a plasmar sobre el papel lo que en ocasiones me gustaría, he decidido que sea este hombrecillo el que os hable de ello. Espero que os guste.





GIBRÁN KHALIL GIBRÁN                                                                               






E   L        L   O   C   O

(1918)


 





Me preguntáis como me volví loco. Así sucedió: Un día, mucho antes de que nacieran los dioses, desperté de un profundo sueño y descubrí que me habían robado todas mis máscaras -si; las siete máscaras que yo mismo me había confeccionado, y que llevé en siete vidas distintas-; corrí sin máscara por las calles atestadas de gente, gritando:


-¡Ladrones! ¡Ladrones! ¡Malditos ladrones!


Hombres y mujeres se reían de mí, y al verme, varias personas, llenas de espanto,corrieron a refugiarse en sus casas. Y cuando llegué a la plaza del mercado, unjoven, de pie en la azotea de su casa, señalándome gritó:


-Miren! ¡Es un loco!


Alcé la cabeza para ver quién gritaba, y por vez primera el sol besó mi desnudorostro, y mi alma se inflamó de amor al sol, y ya no quise tener máscaras. Y como si fuera presa de un trance, grité:


-¡Benditos! ¡Benditos sean los ladrones que me robaron mis máscaras!


Así fue que me convertí en un loco. Y en mi locura he hallado libertad y seguridad; la libertad de la soledad y la seguridad de no ser comprendido, pues quienes nos comprenden esclavizan una parte de nuestro ser. Pero no dejéis que me enorgullezca demasiado de mi seguridad; ni siquiera el ladrón encarcelado está a salvo de otro ladrón.











AMIGO MÍO                                                                                                         





Amigo mío... yo no soy lo que parezco. Mi aspecto exterior no es sino un traje que llevo puesto; un traje hecho cuidadosamente, que me protege de tus preguntas, y a ti, de mi negligencia. El "yo" que hay en mí, amigo mío, mora en la casa del silencio, y allí permanecerá para siempre, inadvertido, inabordable. No quisiera que creyeras en lo que digo ni que confiaras en lo que hago, pues mis palabras no son otra cosa que tus propios pensamientos, hechos sonido, y mis hechos son tus propias esperanzas en acción. Cuando dices: "El viento sopla hacia el oriente", digo: "Sí, siempre sopla hacia el oriente"; pues no quiero que sepas entonces que mi mente no mora en el viento, sino en el mar. No puedes comprender mis navegantes pensamientos, ni me interesa que los comprendas. Prefiero estar a solar en el mar. Cuando es de día para tí, amigo mío, es de noche para mí; sin embargo, todavía entonces hablo de la luz del día que danza en las montañas, y de la sombra purpúrea que se abre paso por el valle; pues no puedes oír las canciones de mi oscuridad, ni puedes ver mis alas que se agitan contra las estrellas, y no me interesa que oigas ni que veas lo que pasa en mí; prefiero estar a solas con la noche. Cuando tú subes a tu Cielo yo desciendo a mi infierno. Y aún entonces me llamas a través del golfo infranqueable que nos separa: " ¡Compañero! ¡Camarada!" Y te contesto:


" ¡Compañero! ¡Camarada!" porque no quiero que veas mi Infierno. Las llamas te cegarían, y el humo te ahogaría. Y me gusta mi Infierno; lo amo al grado de no dejar que lo visites. Prefiero estar solo en mi Infierno. Tu amas la Verdad, la Belleza y lo Justo, y yo, por complacerte, digo que está bien, y simulo amar estas cosas. Pero en el fondo de mi corazón me río de tu amor por estas entidades. Sin embargo, no te dejo ver mi risa: prefiero reír a solas. Amigo mío, eres bueno, discreto y sensato; es más: eres perfecto. Y yo, a mi vez, hablo contigo con sensatez y discreción, pero... estoy loco. Sólo que enmascaro mi locura. Prefiero estar loco, a solas. Amigo mío, tú no eres mi amigo. Pero, ¿cómo hacer que lo comprendas? Mi senda no es tu senda y, sin embargo, caminamos juntos, tomados de la mano.










EL ESPANTAPÁJAROS                                                                                          




Debes de estar cansado de permanecer inmóvil en este solitario campo- dije en día a un espantapájaros.
La dicha de asustar es profunda y duradera; nunca me cansa- me dijo. Tras un minuto de reflexión, le dije:
Es verdad; pues yo también he conocido esa dicha. -Sólo quienes están rellenos de paja pueden conocerla -me dijo.


Entonces, me alejé del espantapájaros, sin saber si me había elogiado o minimizado. Transcurrió un año, durante el cual el espantapájaros se convirtió en filósofo. Y cuando volví a pasar junto a él, vi que dos cuervos habían anidado bajo su sombrero.









EL REY SABIO                                                                                                 






Había una vez, en la lejana ciudad de Wirani, un rey que gobernaba a sus súbditos con tanto poder como sabiduría. Y le temían por su poder, y lo amaban por su sabiduría. Había también un el corazón de esa ciudad un pozo de agua fresca y cristalina, del que bebían todos los habitantes; incluso el rey y sus cortesanos, pues era el único pozo de la ciudad. Una noche, cuando todo estaba en calma, una bruja entró en la ciudad y vertió siete gotas de un misterioso líquido en el pozo, al tiempo que decía:





-Desde este momento, quien beba de esta agua se volverá loco. A la mañana siguiente, todos los habitantes del reino, excepto el rey y su gran chambelán, bebieron del pozo y enloquecieron, tal como había predicho la bruja.





Y aquel día, en las callejuelas y en el mercado, la gente no hacía sino cuchichear:





-El rey está loco. Nuestro rey y su gran chambelán perdieron la razón. No podemos permitir que nos gobierne un rey loco; debemos destronarlo. Aquella noche, el rey ordenó que llenaran con agua del pozo una gran copa de oro. Y cuando se la llevaron, el soberano ávidamente bebió y pasó la copa a su gran chambelán, para que también bebiera. Y hubo un gran regocijo en la lejana ciudad de Wirani, porque el rey y el gran chambelán habían recobrado la razón.